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by
Shon Faye
Started reading
July 31, 2024
La palabra cis es relativamente nueva y su uso puede ser controvertido. Hay personas a las que claramente no les gusta la forma en la que redefine como una experiencia habitual un estado que antes se pensaba simplemente como «lo normal».
A lo largo del libro, puede que las lectoras cis reconozcan desigualdades que sufren las personas trans que ellas, u otra minoría con la que tienen cercanía, también viven. Eso es bueno: situar a las personas trans como un tema aislado tiene como consecuencia aislarnos a nosotras de la solidaridad y hacer de nosotras un «otro». Así, hace falta comenzar un debate nuevo para acabar con ese extrañamiento y valorar aquello que compartimos y en lo que coincidimos con otras minorías o grupos marginados. Solo podremos construir un mundo más justo y feliz para todo el mundo a través de la solidaridad,
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no hay muchas más niñas que se declaran trans que antes. Sencillamente hay más niñas que se sienten libres para hablar abiertamente sobre ello y buscar el apoyo y la ayuda de sus madres.
La discusión mediática sobre las infancias trans oscila a menudo entre verlas como inocentes que hay que rescatar de las garras de una ideología maligna y verlas como peligros a temer.
La torpe expresión «nacer en un cuerpo equivocado» ahora es la cita preferida de los medios reconocidos. Es torpe porque —y hay que hacer hincapié en esto— muchas personas trans no creen que describa nada bien la disforia.
la transición médica y el aborto o la contracepción tienen que ver —o deberían tener que ver— con la autonomía corporal de la persona, su derecho al bienestar mental y la libertad de construir su propio futuro, desafiando los roles de género dominantes. (Roles de género que, por si hay que recordarlo, sitúan a las mujeres como vasijas de bebés y a las personas trans como amenazas a la separación rígida de los roles sexuales de hombres y mujeres, de los que depende el patriarcado.)
Dillon era licenciado en Ciencias, lo que le daba la educación adecuada para tener una autonomía poco habitual en relación con su propio «cambio de sexo»; a lo largo de todo el proceso, mantuvo un registro de su transición hormonal, que sería publicado en 1946 bajo el título Self: A Study in Ethics and Endocrinology.
La cirugía de reconstrucción genital sigue siendo el fundamento de la transición en el imaginario público, pero merece la pena señalar que, para muchas personas trans, no es lo más importante de su transición.
Yo nunca dije que había tomado la decisión equivocada al transicionar, porque no es así, pero estaba pasando por muchas cosas. Estaba trabajando de escort, y entonces me atacó un cliente. A partir de ahí todo fue cada vez peor, y por eso tuve una recaída (...). La prensa hace lo que sea para tener una historia, dicen tantas mierdas...
Las amenazas con retrasar el tratamiento, por tanto, rompieron la confianza que había entre el médico y yo: yo no le daba toda la información médica relevante que necesitaba para controlar mi salud adecuadamente.
He conocido a personas que querían mantener su nombre de nacimiento «unisex» (por ejemplo, Alex), que me han dicho que han sufrido presiones para adoptar legalmente un nombre distinto debido a «las normas de la clínica». Es en esta clase de situaciones donde se pone de manifiesto la observación de Ruth Pearce de que los médicos se convierten en «expertos en el género»: la exigencia de que las personas trans adopten un nuevo nombre legal supone en muchos casos tener que salir del armario en todos los ámbitos de la vida antes de empezar con el tratamiento hormonal. Aunque esto le puede funcionar
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El hecho de que la población en general no quiera que la gente trans pueda dar clases o ser policía es revelador.
Lo que explica Adebajo se aplica especialmente a mujeres u otras personas trans que quieren tener una expresión más convencionalmente femenina: quitarse el vello facial y corporal, peinarse, maquillarse y comprar ropa son todas cosas caras.
Los cuerpos trans son entretenidos cuando se convierten en objetos, pero no en el trabajo para ganar dinero.
La mayoría de los asesinatos de personas trans no son el resultado de un «crimen de odio» de extraños al azar. Las víctimas suelen ser mujeres trans, y los asesinos hombres que quieren tener sexo con ellas.
aunque el modelo nórdico suele plantearse como una solución feminista a la violencia machista, las trabajadoras sexuales activistas afirman que, si los gobiernos occidentales lo han adoptado, no es para acabar con la violencia misógina, sino como parte de su interés en restringir la migración.
Pero no tiene por qué ser así. Nueva Zelanda despenalizó la prostitución en 2003. El impacto positivo es notable: hacia 2007, el 90 % de las trabajadoras sexuales de calle de Nueva Zelanda afirmaban que tenían derechos laborales, y el 96 % que tenían derechos.
Los argumentos liberales de otras compañeras trans tienden a centrarse en la importancia de la inclusión dentro del actual aparato militar como objetivo final; otras —entre las que estoy yo misma— somos reticentes a defender la inclusión dentro de un sistema que nos parece repugnante.
No obstante, sigue siendo necesario repetirlo: las personas trans no son una carga para la sociedad ni para el Estado. La obligación del Estado debería ser apoyar a las personas trans, y no al contrario.
Hay también documentos de mujeres vestidas con ropa y hombres; aunque, como dice Jacques, esta práctica era generalmente vista como un engaño dirigido a obtener trabajo normalmente reservado a los hombres, una opción puramente económica. Se asumía, en cambio, que la motivación del travestismo masculino era el sexo y la desviación.
Una persona homosexual negra, que es un enigma sexual para la sociedad, está ya, mucho antes de que aparezca la cuestión de la sexualidad, amenazada y marcada porque es negro o negra. La cuestión sexual viene después de la cuestión de la raza [color]. Es solo un aspecto más del peligro en el que viven todas las personas negras. Creo que las personas homosexuales blancas se sienten engañadas porque nacieron, en principio, en una sociedad en la que debían estar seguras. La anomalía de su sexualidad las pone en peligro, inesperadamente (...). Hay un elemento, me ha parecido siempre, de
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