—Una cosa que puedo prometerte, mi Serena, es que una vez que hayas estado con un Ordosiano, no querrás más a los hombres humanos —susurró en un tono ronroneante que me desordenó por dentro. Jadeé incrédula ante tan escandaloso alarde. —Dulces sueños, mi compañera —dijo Szaro antes de que pudiera responder—. Que estén llenos de pensamientos agradables sobre ti y sobre mí.