—No estás loca. Levanto la vista. Tiene la cabeza ladeada, los ojos fijos y cristalinos a pesar de la mortaja que nos rodea. Respira hondo. —Pensaba que aquí todos estabais locos —continúa diciendo—. Pensaba que me habían encerrado con una chiflada. Inspiro una bocanada de oxígeno. —Qué curioso. Yo también. 1 2 3 segundos pasan. Esboza una sonrisa tan amplia, tan divertida, tan refrescante y sincera, que es como el estallido de un trueno por mi cuerpo.