Apoyó su cabeza contra el tronco del árbol y cerró los ojos, me removí un poco incómoda, aunque me dediqué a mirarlo: su nariz era respingada, la piel de su cara tenía algunas marcas, pero solo si lo mirabas detalladamente, el color de sus ojeras se pronunciaba junto al de sus labios, que se teñía de rosado. Ya lo había dicho, pero ahora lo reafirmaba, tenía un perfil hermoso, uno digno de fotografiar.