Los lupercos eran jóvenes que durante la festividad de las Lupercalia sacrificaban unas cabras y con sus pieles hacían tiras a modo de látigos —unas correas que llamaban februa—, con los que luego iban por toda la ciudad de Roma fustigando a las doncellas que ya pudieran tener hijos, para promover, según creían, su fertilidad. Esta festividad tenía lugar el segundo mes del año y, por eso, por el nombre de estos látigos, se denominaba «febrero».

