Aquí, en Roma, ahora, es como si se repitiera la historia: los senadores optimates piensan más en cómo controlar el poder que en el bien público. Pero Roma tiene la suerte de que yo, Cayo Mario, pienso más en el bien de todos, en resolver la crisis, antes que en mí mismo. Si fuera como ellos, como los optimates, me sentaría de brazos cruzados y no haría nada mientras los marsos y otros pueblos se alzan en armas contra nosotros y destrozan nuestras defensas. Y esperaría a que llegara la desesperación absoluta para hacerme con todo el poder en Roma. Sin embargo, yo no soy como los optimates. Yo
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