Tomás Mejía

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Miles de personas que no tenían nada y, en consecuencia, nada tenían que perder y sí, en cambio, mucho que ganar combatiendo si se les ofrecían los medios para ello y algo revolucionario: un sueldo que se denominó salarium, en la medida en que muchas veces se pagaría a los legionarios con sal, esencial para conservar alimentos.
Roma soy yo: La verdadera historia de Julio César (Julio César, #1)
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