Y que en el templo de esta deidad femenina tenemos lo más sagrado de nuestra historia: el fuego que arde y protege la ciudad y cuya llama, mientras resplandezca, asegura la continuidad de Roma. Y podríamos incluso preguntarnos: ¿a quién hemos encargado la protección de esta llama sagrada de la que tanto depende? Podríamos tenerla custodiada por fornidos legionarios o por veteranos de nuestros poderosos ejércitos. Podríamos tener el templo rodeado por gladiadores o cualquier otro luchador mortífero que protegiera el fuego sagrado de Roma. Pero no, desde tiempos ancestrales se decidió que la
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