El joven César, sobrino de Mario, encarnaba las esperanzas de muchos de los desfavorecidos de Roma que veían o, mejor dicho, querían ver en aquel muchacho a alguien que quizá, alguna vez, hiciera realidad sus sueños de enfrentarse a los senadores más poderosos y llevar a cabo los repartos de tierras y trigo y otras riquezas, reformas que, si bien Cinna les había prometido, aún no habían visto realizadas en modo alguno.

