pero seguimos siendo acusadores en ese enfoque. Hay que ser defensores, defensores de algo o alguien. Yo, Cayo Julio César, me presentaré en la basílica como el defensor de los macedonios, de personas rectas que acatan la autoridad de Roma, que, pese a tener un gobernador injusto, no se han rebelado contra Roma, aun teniendo motivaciones razonables para haber promovido un levantamiento.

