Las personas suelen perder la capacidad de empatizar con el prójimo porque están inmersas en su estresante rutina diaria y sumidas en sus propios asuntos, de manera que no tienen consideración por los demás, no perciben su sufrimiento. Y, llegados a ese punto, ya no les importa mentir, herir a quien sea o pisotear a los más débiles. El mundo está llenándose de personas así.