Tiziano: La decisión del capo (Tiziano nº 1)

by Angy Skay

—Eh. —Se acercó de manera apresurada y se plantó delante de mí—. Yo no he dicho que sea tu culpa. Si me quedé, fue porque quise. Si te salvé, fue porque quise. Y si tuviera que hacerlo de nuevo, lo haría sin pensar en las consecuencias.

Desconocido: Soy el único número que tienes que guardar.

—Bambina… —murmuró con un tono tan sensual que me removió el estómago. Me observó fijamente, sin pestañear ni una sola vez. Con una seriedad que jamás había visto en él, continuó—: ¿Quieres ser la luz de mi oscuridad, la salvación de mi muerte y mi ángel de la guarda? —enumeró; creí que asombrándose de sus propias palabras—. ¿Quieres ser la mujer perfecta en mi vida imperfecta?

Muchacha… Estás en medio de Sodoma y Gomorra, y la curiosidad te hará mirar hacia atrás. Cuídate. Cuídate mucho.

La familia Sabello no preguntaba. La familia actuaba. Y a la mujer de un Sabello nadie la tocaba.

—Porque estoy enamorado de ella. —Alcé las manos con gracia y le ofrecí una sonrisa sarcástica—. ¿Contento?

En tu casa manda tu polla. En tu vida mandas tú. Y en tu corazón manda ella.

—Bambina, yo no tengo experiencia en estas cosas, pero… —la miré fijamente al darme cuenta de que casi no respiraba—, si tú quieres, puedes enseñarme cómo se gestiona eso a lo que llaman amor.

Pero te juro por mi vida que antes de que le hagan daño, tendrán que coserme a balas a mí.

—No sé lo que quiero, bambina. Sé lo que siento y lo que me provocas. Y es algo que me saca de mis casillas un poco, porque me da la sensación de que me vuelve… eufórico. Eufórico de más.

—Puedes llamarlo el efecto Tiziano.

—Entonces, ¿te has enamorado de una griega? Sus labios se ensancharon con cariño y depositó un casto beso en mis labios, impregnándose de su sabor salado. —La griega es a la única mujer a la que he amado. —Hizo una pausa y sentenció—: Y a la que amaré.

No vivas para que tu presencia se note, sino para que tu ausencia se sienta