El sacrificio era el principal modo de ratificar, renovar y reparar el vínculo relacional entre Dios y su pueblo. Nuestra palabra «sacrificio» procede de un compuesto latino que significa «hacer sagrado» o «singularizar». (El equivalente hebreo, corbán, posee las mismas connotaciones). Mediante la ofrenda de un sacrificio el hombre prestaba un juramento activo y ponía a Dios por testigo.