Naird

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Le arrebataste la única vida que había deseado nunca. Tenía planes, cosas que quería hacer. Tú le quitaste todo eso. —Las palabras me salían a borbotones, palabras que no había podido liberar antes. Las solté como un torrente—. Hace siete años. En la isla de Anau. Dejaste diecinueve monedas encima de su cama. —Un buen precio —dijo el constructo—. El emperador no es injusto. —Retrocedió otro paso más.
La hija de los huesos (El imperio hundido, #1)
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