A Phalue le entraron ganas de llamarla, de decirle qué era lo que veía. Veía una mujer testaruda. Veía un corazón blando y bondadoso rodeado por una voluntad indomable. Veía la mujer a la que amaba, forjada por experiencias terribles, experiencias que jamás se tomaría la molestia de explicarle a ella. Pero en vez de eso se limitó a apretar los dientes.