Había esquirlas relativas al sistema de gobernadores de las islas y a la administración de las minas del Imperio. Había una, casi abajo del todo, que contenía la orden de no reabrir nunca la mina de la isla Imperial. La estudié durante unos instantes antes de devolverla a su sitio. No sabía que en la isla Imperial hubiera una mina de rocasabia. Cada vez había menos luz. Me atreví a abrir un poco más la cortina; necesitaba pensar una orden que me permitiera asumir el control de Mauga cuando llegara el momento. Obedecer a Shiyen siempre. El escollo estaba en la palabra “siempre”.