Esto es todo —dijo levantando eco en las paredes—. Estos son todos los conocimientos que poseo. La Arena de sus recuerdos fue hasta una estantería y pasó la mano por las encuadernaciones de los libros. Desprendían un olor a cola y a papel viejo. —Quiero que me enseñes. —Estos conocimientos van pasando de generación en generación —repuso el hombre, todavía sin mirarla—. De padre a hijo, a hija, a hijo. —La familia —dijo la Arena de sus recuerdos—. ¿Acaso ahora no formo parte de tu familia? —Dio un paso inseguro hacia él, después otro más.