¡Mefi! Creía que estaría todavía en la cueva principal tumbado junto al fuego, pero fue hacia mí dando brincos como si no hubiera estado al borde de la muerte. Empujó con la cabeza contra mi mano, culebreó entre mis piernas, me enroscó la cola a la cintura. Yo me arrodillé y lo abracé. —Creí que ibas a morirte. Él toleró mi abrazo unos instantes, pero después se zafó. —¿Bueno? —dijo. Lo rasqué una última vez detrás de las orejas.