Naird

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Cuando el soldado por fin golpeó con el cincel, Onyu me miró con una leve sonrisa en la boca. Creo que su intención era tranquilizarme. Pero vi cómo sus ojos se quedaban sin vida cuando el cincel penetró demasiado y le llegó al cerebro. Un momento antes estaba allí y al siguiente ya no estaba, igual que una llama que apaga el viento.
La hija de los huesos (El imperio hundido, #1)
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