Cada vez que me enfrentaba a la verdad, entraba en un doloroso conflicto de lealtades. ¿Es que no me preocupaba Emahla? ¿Es que no deseaba socorrerla? Pero Mefi no soportaba el olor de la rocasabia, y no podía explicarme por qué. En cierta ocasión intenté quemarla estando él cerca, y vomitó sin cesar hasta que ya no le quedó más que bilis. Había robado cosas que no debí robar, había negociado duramente, había hecho caso omiso de las súplicas de quienes me pedían socorro, pero esta línea no podía traspasarla, y me odié por ello. Pero a él no podía odiarlo.