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Mi vida nadie la aprecia: no temo a ningún ángel malo ni he ofendido a ninguno bueno.
—Oh, señora, todos los hombres tratan así a sus esposas cuando se cansan de ellas.
Este mundo es malo, y yo no tengo razón alguna para lamentar abandonarlo.
Tan sólo la piedad puede diferenciarnos del polvo del que venimos y al que debemos volver.
Yo puedo olvidar las injurias; jamás los favores.