Cualquier signo de deterioro en su hermana, por pequeño que fuera, siempre le producía felicidad. Desde que eran niñas, su madre se había dedicado a compararlas, y la señora March siempre era la que salía mal parada. «¿Por qué no te comportas? Mira a tu hermana Lisa, a ella también se le ha muerto la abuela», le había dicho al oído a la señora March en el funeral de su abuela.