Para todo el mundo era evidente lo que te estaba sucediendo, pero no fue hasta ese día que tú también empezaste a percatarte de ello. Tal vez no compartían un lazo de sangre, tal vez no eras nadie para decidir qué era lo mejor para ella… pero tú eras lo único que ahora Olivia tenía en el mundo. Y aunque fuera difícil creerlo, en su vasta inocencia y ternura, ella también lo sabía.