librarse de tu agarre. Se arrodilló contra la cuna y revolvió las cobijas hasta sacar a la bebé. —¡N-no, R-Rose! —te impulsaste sobre tus codos—, ¡NO! Ella levantó el cuchillo y puso a Olivia boca arriba. —No… —susurró— ¡NOOOOO! Cuando aquella mujer hundió el filo en el pecho de Olivia, tus heridas dejaron de dolerte, tus pulmones dejaron de intentar respirar. Toda tu vida se detuvo sin más.