No la volviste a ver desde ese día, pero en cuanto ella se marchó, tampoco pudiste ver las cosas de la misma manera. Te enfrentaste a una realidad completamente desconocida para ti, puesto que ahora sabías que existían cosas más allá de tu limitada comprensión. Todo lo que habías vivido aquella noche se grabó en tu piel, en tu corazón y en tus pesadillas, y aunque aún eras lo suficientemente fuerte para no entregarte a la paranoia, tampoco ibas a olvidar que no todo era lo que parecía. Que esos cuentos de terror que escuchaste durante toda tu vida tenían su parte de verdad.