Así era la gente de solidaria en aquella época, así de buena gente o más. Venían de pasarlas canutas, arrollados y diezmados por una guerra fratricida, pero el que algo tenía, lo compartía. El pensamiento de carencia ajena se hacía insoportable, y si se podía evitar, se aportaba con discreción. Las ayudas de estraperlo llevaban consigo mucho cariño.