El hijo del Capitán Trueno
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Read between December 7, 2022 - January 6, 2024
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Se trataba de puestas en escena emocionales, canjeables por una serie de intereses puntuales, de las que aparentemente ella no era consciente. Seguramente se trataba de un mecanismo aprendido o de un ejercicio de supervivencia, porque heredado no lo era.
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Pensaba en la poca cabeza que tenían ella y el otro, el torero, en el daño que hacen los celos, lo malos que son que todo lo ciegan, en lo mucho que hacen perder las sienes, y en por qué la gente se casa sin conocerse.
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Mi padre no había cumplido con sus promesas, y creo que mi madre se enteró tarde de que jamás podría cambiarle, como, en general, suele pasar con los hombres. Pero confió en ese amor que todo lo puede incluso por encima de las naturalezas más indómitas que, a fin de cuentas, las gobiernan. Y se equivocó. A pesar de las repetidas advertencias de sus amigos italianos, se equivocó. O tal vez confió demasiado en que se diesen excepciones. En todo caso, apostó por un milagro que no aconteció.
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Siempre pensó que la vida era como una casa, que en cuanto se la redecora, deja de ser la misma y te lo agradece. Y ella redecoró aquella historia con muchas esperanzas, pero una vez más, al igual que todas las casas de su vida, solo fueron espacios imaginarios.
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Decía que la vida no hay que entenderla, que intentarlo era tiempo perdido, que había que vivirla día a día, resolviendo lo que te toque sin quejarte ni protestar, porque el hacerlo no trae cosas mejores. Que en cada día están las respuestas a tus preguntas. Que se te mandan señales que hay que saber detectar y descifrar, pero primero verlas. Me decía: «Mighelino, una hoja que cae puede significar algo que por fin dejas atrás, una pérdida tal vez, pero también algo que se deposita para hacerte el camino más acolchado, una respuesta a si alguien te quiere o no, y si no tienes preguntas, tan ...more
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La Tata decía que cuando alguien hace cosas a escondidas para agradar a otra persona es porque la quiere mucho mucho. Que alguien que se pasa horas y horas cada día pensando en qué es lo que más va a gustarle a la otra es porque le importa mucho. Pero que a la vez también, resulta que si la conoce muy bien, encontrar algo que la sorprenda, eso ya se hace más difícil y cuesta un montón. Aunque al final, si te conoce y te quiere, algo encuentra siempre, seguro.
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Cuando los niños crecemos y pensamos en las personas que formaron parte del entorno de nuestra infancia, las dividimos en dos: las que pasaban tiempo jugando con nosotros y las que no. A las primeras las recordamos con mucho cariño y a las otras con antipatía. Así de simple.
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en la vida hay que aprender a deshacerse de lo que no nos sirve… y a tirarlo… si no… acaba ocupando mucho espacio… Conservar lo que no sirve crea dudas… su sitio está en la basura… Debemos hacer mucho espacio libre y nuevo si queremos crear…
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Así era la gente de solidaria en aquella época, así de buena gente o más. Venían de pasarlas canutas, arrollados y diezmados por una guerra fratricida, pero el que algo tenía, lo compartía. El pensamiento de carencia ajena se hacía insoportable, y si se podía evitar, se aportaba con discreción. Las ayudas de estraperlo llevaban consigo mucho cariño.
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Ese poder Miguelito lo tenía y se llamaba fantasía, y en su compañía se juró nunca más entristecer, nunca más sentirse solo o apocado. Supo que, allá arriba, en su cabeza, residían sus escapes y sus refugios.
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La facilidad de acostumbrarse a lo que es justo y darlo por hecho conllevaba el tener que andarse con mucho cuidado. Pensar de un modo no permitido, pretenderlo cuanto menos, chirriaba con lo establecido.
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Hay batallas que se pierden y otras que nacen perdidas. «Perder el tiempo en intentar ganar no es tiempo perdido, es apostado. Perderlo en algo perdido de antemano, es de necios»,
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Dios mío, pensé, cuánto en común tenemos todos los hijos, cuánto nos condiciona, y en cuánta medida dependemos de lo que nos puedan dar ellos a lo largo de la vida para enfrentar al mundo.
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El lujo te empapa a la primera, te hace suyo, te perfuma de abundancias y de ensueños, y te crea inmediata adicción. El lujo, como el diablo, fascina.
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Empezaba a asomar la tristeza. Aquella simulación de felicidad absoluta que la enjaulaba era la misma que tiene atrapados en el aburrimiento a los todopoderosos. No hay nada que les haga ilusión, nada que les sorprenda. Nada que les entusiasme, nada que les divierta. Desdichados, vagan por un desierto de abundancias, y el solo roce de un cariño les devuelve a la vida. Se les activan las ilusiones y sienten algo parecido a alguna emoción pura, buena.
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Aquella Nochebuena dejamos de verlos como personas responsables, como nuestros padres. En minutos perdieron la dignidad, la credibilidad, la razón, y fue en nuestra presencia, sus hijos, desaparecidos justo enfrente, a escasos metros de sus arrebatos. Les perdimos casi todo. Mucho cariño y sobre todo, respeto.
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Estaban tan entumecidos por el hambre, el frío y la tragedia, que sentían como los animales sienten, con otra especie de dolor.
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¡venga ya chavales, venga ya!, que la vida no es un estado de acné contemplativo, que la vida es una suma de días cortos, cada día que pase más corto que el anterior y que el tiempo se escapa rápido en el vacío.
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Uno puede tener talento en la cama y no fuera de ella… y viceversa…
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En aquella época los hombres estaban todos como almidonados… no se descomponían, y menos en público… Demostrar emociones era declarar su debilidad y falta de hombría…
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Con todas las coprotagonistas de las películas que fui rodando mantuve una relación. Con todas. A eso se le llamaba «el efecto Mastroianni».
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Un rompecabezas, como una vida, está lleno de faltas, de huecos y de rendijas por donde pasa el aire, se filtra la luz o se hacen goteras. Todos ellos, una vez despertados y usados, regresan a su lugar en el tiempo. Muchos de ellos, hechos para ser recordados solo una vez, se desvanecen al ser escritos, justo un nanosegundo después. La distorsión que crean es de lo más favorable y apetecible que pueda suceder, todos querrían cirugía. Pero, al final del día, de los años y del tiempo, una vida es lo que uno recuerda, no lo que en verdad fue.