Así empecé a ver en la gente de mi alrededor como un indicador que me mostraba cómo me estaba sintiendo conmigo misma, en lugar de verlos como los causantes de mi sufrimiento y los responsables de que yo no pudiera usar la ropa que me gustaba, como pensaba antiguamente cuando formé el cascarón para protegerme. Comenzaba a comprender que no había nada de qué protegerme más que de mis propias opiniones acerca de mi cuerpo, el juicio y el rechazo que yo misma sentía hacia él.