empezaba a asumir una responsabilidad que no me correspondía, ser perfecta para no contribuir al malestar que percibía. Y esa perfección desde mi exigente postura era muy pocas veces lograda. Cualquier berrinche o mala contestación de mi parte, si ocasionaba malestar en los adultos, ya eran motivo de un auto-castigo mental por haber fallado.