SotoWorld

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Honestamente, había tantos músculos que no podía contarlos todos. Músculos en sus malditas costillas. Ella no sabía que la gente podría tener músculos allí. Y esos que bajaban por sus pantalones, como una flecha dorada que apuntaba exactamente a lo que ella quería...
Una corte de llamas plateadas (Una corte de rosas y espinas, #4)
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