El sentido del tacto es, según Roland Barthes, «el más desmitificador […], al contrario de la vista, que es el más mágico».[25] Lo bello en sentido enfático es intocable. Impone distancia. Ante lo sublime, retrocedemos con reverencia. En la oración juntamos las manos. El sentido del tacto anula la distancia. No es capaz de asombrar. Desmitifica, desauratiza y profana lo que toca. La pantalla táctil compensa la negatividad de lo otro, de lo no disponible. Generaliza la compulsión háptica de tenerlo todo a nuestra disposición. En la era del smartphone, hasta el sentido de la vista se somete a la
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