Barthes distingue dos formas de canto. El «geno-canto», dominado por el principio de placer, por el cuerpo, por el deseo, y el «feno-canto», destinado a la comunicación, a la transmisión de significados. En el feno-canto predominan las consonantes, que elaboran el sentido y el significado. El geno-canto, en cambio, utiliza las consonantes «como trampolines de la admirable vocal». Las vocales se acomodan al cuerpo voluptuoso, al deseo. Forman la piel del lenguaje. Ellas son las que nos ponen la piel de gallina. El feno-canto de las consonantes, en cambio, no nos toca.