Era fácil entender por qué las mujeres les temían a los hombres, con su fuerza física, lujuria y autoridad social, pero las mujeres, con sus sagaces intuiciones, eran mucho más profundas: podían predecir lo que vendría mucho antes de que llegara, soñarlo de la noche a la mañana y leer tu mente. Había tenido momentos, en su matrimonio, en los que casi había temido a Eileen y le había envidiado el temple y sus certeros instintos.

