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No hay necesidad de ir si no quieres, a leanbh7 –le dijo Furlong–. Quédate aquí conmigo. Pero, aun así, le dolió ver a una de sus hijas tan alterada por la visión de lo que otros niños ansiaban y no pudo evitar preguntarse si ella sería lo suficientemente valiente o capaz para lo que el mundo le tenía reservado.
siempre ambos iban mecánicamente al siguiente trabajo que tenían por delante, sin pausa. ¿Cómo serían las cosas, se preguntó, si se dieran el tiempo de pensar y de hacer un alto? ¿Sus vidas serían diferentes o muy parecidas, o simplemente perderían el control sobre sí mismos?
Era fácil entender por qué las mujeres les temían a los hombres, con su fuerza física, lujuria y autoridad social, pero las mujeres, con sus sagaces intuiciones, eran mucho más profundas: podían predecir lo que vendría mucho antes de que llegara, soñarlo de la noche a la mañana y leer tu mente. Había tenido momentos, en su matrimonio, en los que casi había temido a Eileen y le había envidiado el temple y sus certeros instintos.
Enseguida recuperó el control y llegó a la conclusión de que nunca se volvía a lo que había pasado; a cada uno se le daban días y oportunidades que no volvían a tenerse. ¿No era acaso agradable estar donde estabas y dejar que, por una vez, eso te recordara el pasado, a pesar del malestar, en lugar de estar siempre pendiente de la mecánica de los días y los problemas futuros, que tal vez nunca llegasen?
¿Era posible que las cosas nunca cambiasen o se convirtieran en algo diferente o nuevo? Últimamente, había comenzado a preguntarse qué importaba, aparte de Eileen y las chicas. Estaba cerca de los cuarenta, pero no sentía que estuviera llegando a ninguna parte o haciendo ningún tipo de progreso y no podía dejar de preguntarse a veces para qué servían los días.
¿Podría decirme adónde me lleva este camino? –¿Este camino? –dijo el hombre, bajando la hoz y mirándolo fijo–. Este camino te va a llevar a donde quieras ir, hijo.
¿Adónde nos lleva pensar? –dijo ella–. Para lo único que sirve pensar es para deprimirse –tocaba, agitada, los botones nacarados de su camisón–. Si quieres triunfar en la vida, hay cosas que debes ignorar para poder seguir adelante.
Eran tantas las cosas que se veían mejor, cuando no estaban tan cerca.
Miró la ventana, respiró hondo y empezó a llorar, del modo en que lo hacen aquellos que no están acostumbrados a ningún tipo de bondad cuando la reciben por primera vez o la vuelven a encontrar.
¿Por qué las cosas más cercanas a menudo eran las más difíciles de ver?
se preguntó qué sentido tenía estar vivo sin ayudarse los unos a los otros. ¿Era posible seguir adelante a lo largo de todos los años, de décadas, de toda una vida, sin ser lo suficientemente valiente como para ir en contra de lo establecido y, sin embargo, llamarse cristiano, y enfrentarse al espejo?

