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leitmotiv,
«Lo malo es que el público pedirá y encontrará una moraleja en mi libro, o peor, que lo tomará de algún modo serio, y, por mi honor de caballero, no hay en él una sola línea en serio».
Ulises cuenta lo que les ocurre a esos dos personajes de James Joyce –Stephen Dedalus y Leopold Bloom– en Dublín, desde las 8 de la mañana del jueves 16 de junio de 1904 hasta las 2 de la madrugada siguiente (las tres primeras horas, por separado, duplicando el relato), con un apéndice, desde las 2 hasta alrededor de las 3 de esa madrugada, en la mente en duermevela de Molly Bloom, esposa de Leopold.
James Joyce no sólo no se identificó con el nacionalismo irlandés, sino que lo atacó de modo sarcástico y a veces brutal.
Joyce declararía siempre que debe a sus educadores jesuitas el entrenamiento en «reunir un material, ordenarlo y presentarlo»: de hecho, para bien o para mal, lo que recibió de los jesuitas fue tan vasto y complejo, que no sería arbitrario decir que la obra joyceana es la gran contribución –involuntaria, y aun como tiro salido por la culata– de la Compañía de Jesús a la literatura universal.
anno mirabili;
ómphalos,
«Ulises, orden y mito»,
Ulises sería, formalmente, el descubrimiento de una nueva forma literaria –equivalente a la concepción de la relatividad en física–: muerta la novela en manos (¿o «a manos»?) de Flaubert y Henry James, Joyce había hallado «un modo de controlar, de ordenar, de dar forma y significación al inmenso panorama de futilidad y anarquía que es la historia contemporánea».
¿Cuál es, o puede ser, hoy y en el mañana inmediato, el modo dominante de leer Ulises?
José Trigo, de Fernando del Paso,
la literatura como tranche de vie y la literatura como art pour l’art.
Vivir es ir hablando, y el hablar nos sitúa más allá de nuestro propio juicio, de nuestra individualidad: en un ámbito de impersonalidad, en esa última universalidad –nuestra y ya no nuestra– que ninguna filosofía puede justificar, pero cuya maravillada conciencia –para todos– está en la palabra poética –como lo es la de Ulises–, por ser la palabra más universal.
sifilicólico
p.g.a.
Villatontos
ómphalos.
Liliata rutilantium te confessorum turma circundet: iubilantium te virginum chorus excipiat.
Éste demuestra por álgebra que el nieto de Hamlet es el abuelo de Shakespeare y que él mismo es el espectro de su padre.
La idea del Padre y el Hijo. El Hijo esforzándose por reconciliarse con el Padre.
El alma es en cierto modo todo lo que es: el alma es la forma de las formas. Tranquilidad súbita, vasta, incandescente: forma de las formas.
A César lo que es de César, a Dios lo que es de Dios. Una larga mirada de ojos oscuros, una frase en adivinanza para ser tejida y tejida en los telares de la Iglesia. Eso es.
–La historia –dijo Stephen– es una pesadilla de la que trato de despertar.
Sobre sus sabios hombros, a través del ajedrezado de hojas, el sol lanzaba lentejuelas, monedas danzantes.
Verdemoco, platazul, herrumbre: signos coloreados.
Cierra los ojos y ve.
contransmagnificandijudibangtancialidad.
Cuando uno lee esas extrañas páginas de uno que desapareció hace mucho uno se siente uno con uno que una vez...
¿Y si de repente estuviera desnudo, aquí mismo donde estoy sentado?
Señor, están fatigadas; y, en respuesta al susurro, suspiran.
Dios se hace hombre se hace pez se hace lapa ganso se hace montaña de edredón.
El negro conduce, refleja (¿o refracta?) el calor.
Buen rompecabezas sería cruzar Dublín sin pasar por delante de una taberna.