El 8 de septiembre entraron en el puerto de Sevilla, dispararon los pocos cañones que les quedaban y amarraron la Victoria. Solo regresaban 18 hombres: 13 españoles, tres italianos, un portugués y un alemán. Lo desconocían, pero eran, después de Dios, los que más sabían del verdadero tamaño y complejidad del ancho mundo que empezaba, tímidamente, a abrirse a los ojos de Europa.