Luchar contra uno mismo es agotador. Contra el hecho innegable de que ya nada volverá a ser como antes. Porque las cosas que han ocurrido no se pueden cambiar, por mucho que sueñes, una y otra vez, que vuelves a ese momento. Al punto exacto en que todo se desmoronó. Aun así, lo intentas. Regresas a ese instante fatídico. No importa si es dormida o despierta, porque hace tiempo que el deseo y la impaciencia no distinguen entre las pesadillas y los recuerdos.

