—Odio el agón —dijo Lore. —No —la interrumpió Atenea—. No lo creo. Odias el precio que tiene para ti, pero este mundo te engendró. Perteneces a él. Ese es tu derecho divino. Estabas destinada a la gloria, pero te la arrebataron, y ya nunca te sentirás satisfecha, ni plena, hasta que consigas lo que mereces.