—Siempre tuviste muy claro quién eras y quién estabas destinada a ser. Parecía que todo te salía con naturalidad, porque lo anhelabas con todas tus fuerzas —explicó Van—. Antes pensaba que, si lograba hallar un modo de querer las cosas con tanta pasión como tú, encontraría algo especial en mi interior. Algo que me ayudaría a correr tan rápido como tú, a golpear igual de fuerte. A querer empuñar una espada.