—Si fuera su novia habría estado en el funeral —señala el chico tan alto que hasta yo puedo oírlo. —Ya, por eso digo «secreta». A lo mejor es uno de sus trapos sucios. Ya sabes que él tiene la tira. Se oye un fuerte chasquido. Se me ha caído la bandeja. Los trocitos de cristal y cerámica llenan el espacio alrededor de mis pies. Me quedo mirando un par de guisantes que ruedan por el suelo; no puedo moverme para recogerlos. Mi cuerpo está petrificado.

