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Kindle Notes & Highlights
Cuánto tiempo habré malgastado provocándome angustias que oscurecen mi mente como una neblina pasajera cada vez que algo me hace recordar que todo aquello que no quiero perder ha tenido un principio y tendrá un día su final.
Es preciso contar también el tiempo sin ti, porque también la ausencia le ha dado forma a lo nuestro, igual que el silencio se lo da a la música, y la sombra a la pintura.
Llega un punto en la vida en el que solo con los desconocidos se puede hablar, sin temor a asustarles ni a decepcionarles, de nuestros deseos ocultos, de aquello en lo que hemos dejado de creer, de aquello que ya no queremos ser y de aquello en lo que empezamos a convertirnos.
El problema, Camila, es comparar. No se debe comparar jamás, solo se compara para elegir, para establecer la superioridad de una cosa sobre la otra. La comparación siempre compromete el disfrute de las cosas, la capacidad de apreciarlas por lo que son y en el momento en que nos llegan.
Era feliz cada vez que me hacías imaginar lo que yo no era capaz de ver en las cosas que teníamos delante, la realidad se ensanchaba, se me hacía más profunda y yo podía ser tantas cosas nuevas para ti y tú para mí.
Me faltó valor, me faltó dedicación, y probablemente talento —si es que el talento es algo diferente a una combinación de valor y dedicación.
Y lo difícil no es acostarse con alguien. Lo difícil es despertarse con alguien al lado, ver que la vida ha vuelto a empezar, el sol ha vuelto a salir, hay que vivir otro día y alguien está en tu cama, sigue en tu cama, o sigues tú en la suya, o sigue siendo vuestra cama y no la tuya ni la suya, pero sí, la gran prueba es la hora en que despertamos juntos.
Sí, Camila, es así ese momento: hay que inventarse rápidamente esa razón para poder salir de la cama con buen pie, porque nadie te ayuda ya a encontrarla, y pasados unos minutos, si no la tienes, empiezas el día sin ella y no hay manera de remontarlo,
«Entre la pena y la nada, elijo la pena».