menos un humano empezó a llorar mientras todavía estaba en el útero, lo que provocó respuestas escépticas por parte de sus corresponsales, que opinaban que el ruido habría sido un «gemido de las tripas, o del útero, o el efecto de… la imaginación femenina».6 «Fue raro el día, durante esas cinco semanas, que no llorase poco o mucho», insistió Derham, aunque continúa que el niño «desde que nació, se volvió muy callado».7
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