Los ingratos
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Read between March 30 - April 3, 2025
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Mi madre nos rezaba que cuatro esquinitas tenía mi cama y que cuatro angelitos nos la guardaban, pero mi cama por lo menos tenía cinco. Y uno de ellos era una sorda que pinchaba cuando te daba un beso.
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Porque luego viene el silencio. No el de la sordera, ese no te digo. Sino el otro silencio, que es peor. El silencio de las cosas. Y de los olores. Y de los sabores. Y de los tocares. Y eso sí que es un problema.
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—Emérita, quién fuera hambre para darte tres veces al día.
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¿Te dejas de querer porque dejas de reír o dejas de reírte porque dejas de quererte?
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Ninguna madre está preparada para perder un hijo. Pero lo difícil es tener otro sabiendo una cosa: que vas a perderlo igual.
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No sabía cómo era la vida de un condenado a muerte el día en que lo van a ahorcar. Tampoco sabía si en la garganta, cuando al reo le ponían la soga alrededor del cuello, se le hacía un nudo tan gordo como el que tenía yo.
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Eres los sabores que tuviste en la boca de niño. Eres lo que tocaste en esa edad, esa plastilina que ibas ablandando de tanto tocarla. Las cosas que escuchaste
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se quedaron allí, dentro de la cabeza, con un eco de por vida.
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También eres los aromas que te abrie...
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