Donde cantan las ballenas

by Sara Jaramillo Klinkert

Por primera vez en su vida se dio cuenta de que no tenía a nadie hacia quien correr. Así aprendió que correr hacia alguien es un encuentro y que lo contrario es una huida.

porque todo lo que le hubiera dicho su padre aún era sagrado.

qué tan culpables son los ojos del que mira y no reúne las fuerzas suficientes para ejecutar una actuación que esté a la altura de las circunstancias.

el único lugar en donde las personas son perfectas y dignas de adoración es dentro de la cabeza de quien las idealiza.

—Que estoy sola en el mundo. Eso es lo que pasa —dijo Candelaria. —Todos estamos solos, cariño. —Yo me siento más sola que todos. —Tú nada más te diste cuenta. Y eso es algo, eso es mucho. Enterarse de eso a corta edad hace la diferencia entre los que viven su vida y los que se la pasan esperando que los demás la vivan por ellos.

sembrar la culpa para vender el perdón.

las únicas cosas destinadas a permanecer en el tiempo son las que la gente cree necesitar.

A fin de cuentas, un hogar solo es un hogar cuando está llamado a perdurar en el tiempo y es habitado por seres que se quieren y se necesitan.

—Algunas cosas cambian, aunque lo que más cambia, en realidad, es nuestra forma de mirarlas

porque si algo tiene la luna es que afloja los pensamientos para que den vueltas en la cabeza como torbellinos. Pero no dijo nada, la luna fue creada para contemplarse en silencio.

—Son los mismos sapos de antes —dijo Gabi—. Lo que cambió fue tu forma de juzgarlos.

Así aprendió que toda decisión implica una renuncia, y que incluso quien no decide renuncia al derecho a hacerlo.

Los seres humanos tenemos la mala costumbre de ver en los otros justo las cosas que más nos molestan de nosotros mismos.

Huir no es un verbo sino un estado de la mente.

Cada uno elige de qué quiere huir, creo que en el fondo siempre estamos huyendo, aunque sea de nosotros mismos.

En las familias se ejerce un tipo de violencia callada que casi nadie logra detectar, supongo que la razón es que el concepto de violencia que tenemos es más explosivo, más sangriento, pero lo cierto es que dentro de las familias hay violencia, incluso en las palabras no dichas o en el hecho de que nos asignen un rol sin cuestionar si nos viene bien o no. Hay tanta violencia contra un niño al que le dicen: «Tú eres el hombre de la casa», como contra la niña a la que le regalan una muñeca o una vajillita cuando lo que ha pedido son unos guantes de boxeo o un balón para darse el lujo de dar puños o patear sin que la juzguen por ello.

el cura fue muy convincente con su discurso y les vendió culpa para que tuvieran que comprar perdón.

dejar de pensar que todo el mundo va por la vida buscando el mismo tipo de cosas y esperando los mismos resultados.

Era curioso que su madre inventara fantasías para vivir, mientras que ella, en cambio, destruyera las que su padre había puesto tanto esmero en inventar.

No más renacuajos ni más crisálidas. No volvería a medir el tiempo. Ya no tenía a nadie a quien esperar.

Pertenecían al cielo y cuando uno de verdad pertenece a un lugar, no tiene que hacer esfuerzos para encajar en él.

Los finales no son más que nuevos comienzos

Candelaria se quedó callada para demostrar que ya estaba lo suficientemente crecida para aceptarlo, aunque, en el fondo, aún no podía comprender por qué tenía que andar uno por la vida aceptando finales así como si nada. Incluso aunque vinieran disfrazados de nuevos comienzos.

Nunca más. Qué palabras tan fuertes cuando uno llega a comprender lo que significan en el sentido más rotundo: «No volveré a ver a mi hermano nunca más».

Tal vez nadie tenía una versión final de sí mismo, sino tan solo un camino por delante. Y había que recorrerlo a falta de un mejor plan.

que recorrerlo, aunque no fuera a ninguna parte.

Adoramos la belleza porque no necesita explicaciones.

Candelaria, hasta ese instante, entendió la palabra matar como concepto y no como acto.

Estarás bien? —le preguntó Candelaria a la madre. —¿Estarás bien? —le preguntó la madre a Candelaria. Las dos se quedaron calladas mirándose a los ojos. Candelaria se percató de que hacía mucho tiempo no tenía con su madre una conversación tan profunda. Esas dos palabras, Estarás bien, contenían todo lo que tenían que decirse. No necesitaban más. Eran pregunta y respuesta al mismo tiempo. Eran un anuncio del cariño que cada vez expresaban con mayor torpeza, pero que ambas sabían que estaría allí por siempre. Eran lo que le deseaba la una a la otra: que «estuviera bien», porque quien le desea eso a alguien, se siente bien por el simple hecho de desearlo.

A lo mejor quienes llevan mucho tiempo enjaulados terminan por atemorizarse ante la posibilidad de estar libres.

—Todos desaparecemos muy rápido, mi cardenal. Al final solo quedan los que quedan. Y no para siempre.

Primero sintió una gran desilusión, era absurdo recibir una carta vacía, luego pensó que los lugares vacíos tienen algo bueno, y es que pueden llenarse con cualquier cosa.

Abrazarse a lo conocido es necesario cuando reina la incertidumbre.

Ya sabía que las cosas cambian, pero que cambia más la manera como las miramos. Todo era cuestión de paciencia y de tiempo. Todo era cuestión de afinar la mirada para poder ver lo realmente importante.

Lentos son los pasos que anteceden al abismo.