Yo era maleable y dúctil, era toda sustancia: no había bolsas de aire, no había cavidad para albergar el alma. Cualquier laguna que se hiciera un hueco en mí se abría y se colmaba simultáneamente por una misma cosa, de modo que el hambre y su solución ocurrían a la vez, dejando apenas rendijas para que anidara el deseo.

