¿Había algo que me uniese a mi vida que fuese una cuestión de necesidad y no de azar? No era mi cuerpo, que podía desplazarse de un lugar a otro, de un trabajo a otro, que podía alimentar con casi cualquier cosa, emparejar con cualquier persona. No era mi mente, que se aferraba a las vidas falsas de las personas de la televisión con más entusiasmo del que dedicaba a su vida. A veces me paraba a pensar en C y se me ocurría que los genitales de cualquier hombre, por muy grandes o morfológicamente extraños que fueran, tenían la garantía de caber en los míos. Nuestro emparejamiento era pura
...more

