Tú también puedes tener un cuerpo como el mío (Spanish Edition)

by Alexandra Kleeman

C encajaba a la perfección con su vida y con el periodo histórico en el que esta se desarrollaba. No anhelaba volver a un pasado más simple ni destruir la época actual o construir un futuro mejor. Iba tan campante por la vida.

¿Había algo que me uniese a mi vida que fuese una cuestión de necesidad y no de azar? No era mi cuerpo, que podía desplazarse de un lugar a otro, de un trabajo a otro, que podía alimentar con casi cualquier cosa, emparejar con cualquier persona. No era mi mente, que se aferraba a las vidas falsas de las personas de la televisión con más entusiasmo del que dedicaba a su vida. A veces me paraba a pensar en C y se me ocurría que los genitales de cualquier hombre, por muy grandes o morfológicamente extraños que fueran, tenían la garantía de caber en los míos. Nuestro emparejamiento era pura coincidencia o, como mucho, suerte. Deseé que por una vez él estuviera de acuerdo conmigo en al menos una cosa sobre cómo yo veía el mundo.

Me lavé los dientes, me pasé el hilo dental y apliqué el gel limpiador, el tónico y la crema hidratante. Me unté algo en las zonas oscuras para difuminarlas y las tapé con antiojeras. Me puse una capa de prebase y luego de base, masajeando el cutis en círculos pequeños como si estuviera sacándole brillo o lijándolo. Una zona de piel cremosa color carne se fue extendiendo sobre la mía. Devoró la mandíbula, el mentón, la nariz, la frente. Cada segundo que pasaba me iba pareciendo más y más a mí misma. Me pinté los ojos, dibujando una silueta con forma de ojo alrededor. Las manchas seguían allí, pero ahora eran del color de la masilla, a punto de desaparecer o casi. Podían haber sido restos sobre la superficie del espejo, salvo porque se movían a la par que yo. Fui a por más antiojeras para taparlas. La mano que yo miraba era la del espejo, no la mía.

No querían el regalo envenenado que suponía el reconocimiento de aquellos a quienes querían y cuyo amor era recíproco, ya que una consecuencia de la durabilidad de dicho amor era que se sentirían agresivamente reconocidos y queridos incluso los días en que ellos no podían soportar ni siquiera reconocerse a sí mismos en el espejo, incluso los días en que el mero recuerdo de sí mismos los entristecía y solo querían dormir. Un amor que convertía cada día en un día que tenían que vivir de un modo hecho a mano, artesanal, en vez de externalizarlo a alguien que lo haría feliz y eficientemente por un tercio del precio.

el cuerpo que se deducía de su descripción parecía tener solo tres o cuatro partes, conectadas vagamente por lo que yo suponía que era más cuerpo.

Yo era maleable y dúctil, era toda sustancia: no había bolsas de aire, no había cavidad para albergar el alma. Cualquier laguna que se hiciera un hueco en mí se abría y se colmaba simultáneamente por una misma cosa, de modo que el hambre y su solución ocurrían a la vez, dejando apenas rendijas para que anidara el deseo.

C estaba engrosando el momento al añadir capas de fantasía a la realidad y capas de realidad a la fantasía. Dos personas que se aferrasen la una a la otra en el presente serían un erial. C estaba repoblando el acto para que no nos quedáramos tan solos en él juntos.

Buscaba algo que reconociera sin saber lo que estaba buscando, algo que me recordara que tenía un apetito. Quería la clase de compañía que solo podía brindar alguien que ignorase mi presencia.

Este es un paisaje hecho por seres humanos, pero no para ellos. Camina por él y siempre pondrás el pie en algún sitio calcado a otro que hayas

pisado previamente. No se puede ir a todas partes caminando. Atraviésalo en coche y los alrededores desfilarán ante tu mirada hasta que te percates de que ya los habías visto antes,

Deseaba encontrarlo y abrazarlo hasta que sus huesos se plegaran sobre sí mismos como muebles baratos de exterior.

¿Que se les había dado mejor mermar su Oscuridad y que lo habían hecho por sí solas sin necesidad de recurrir a la Iglesia, sencillamente porque se les daba mejor ser personas?