Diego Barragán Guerrero

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Las cicatrices emocionales son casi siempre invisibles y, además, son siempre menos fuertes y menos resistentes que el tejido al que reemplazan: permanecen como focos potenciales de futuro dolor y alteración, a menos que se reconozcan y se las atienda.
Cuando el cuerpo dice NO: La conexión entre el estrés y la enfermedad
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