Las investigaciones han sugerido durante décadas que las mujeres son más propensas a desarrollar cáncer de mama si sus infancias estuvieron caracterizadas por una distancia emocional respecto a sus padres u otras alteraciones durante su crianza; si tienden a reprimir las emociones, especialmente la ira; si carecen de apoyo social en la madurez, y si son personas altruistas y compulsivamente cuidadoras.