El problema fundamental no es el estrés exterior, como las vivencias citadas en los estudios, sino una indefensión ambientalmente condicionada que incapacita las respuestas normales tanto de lucha como de huida. El estrés interno resultante se reprime y se vuelve, por tanto, invisible. Gradualmente, las necesidades insatisfechas o la satisfacción de las necesidades de otros deja de experimentarse como algo estresante. Se vuelve algo normal, y uno queda desarmado.